Era una noche sombría, el pueblo del Norte se encontraba en completo silencio… De pronto, ¡comienza el ataque de los demonios! Guerra, destrucción, todos los ciudadanos intentan proteger sus casas, sus familias, pero eran demasiados, estaban en un momento muy crítico cuando en el horizonte, se vislumbra la silueta de un hombre en su caballo, era el Paladín Sebastián en su corcel blanco.

Con un hechizo se despliega a toda velocidad como un rayo, comienza a conjurar, y los demonios desaparecen con un rayo de luz, dejando a la gente a salvo, y de ese modo evita mover un dedo para eliminar a los enemigos.

La gente rodea en agradecimiento al Paladín, cuando por detrás sale un demonio que se había escondido, pero claro, con su habilidad increíble simplemente agita su espada y corta en dos al demonio, chasquea sus dedos y hace desaparecer los restos de este, dejando el lugar limpio y a salvo. Logra salvar a todo un pueblo sin recibir ni un solo rasguño…

Era una mañana hermosa, la luz entraba por la ventana del cuarto de Sebastián la cual lo despertó de su agradable sueño de ser un Paladín… Era un joven de 17 años con algunas herencias mágicas que le permitían usar la curación de males, enfermedades y dolencias de salud. También se hacía notar por ser un joven emprendedor con bastantes ánimos de triunfar. Físicamente era de porte delgado, presencia agradable, utilizaba un pantalón oscuro y una camisa blanca, botas negras, cabello largo y todo lo hacía ver como cualquier persona normal…

Llegó la hora de trabajar… así que Sebastián sale por el pueblo con el fin de curar las enfermedades… Claro, él podría usar magia blanca, pero ahora no era muy poderosa… Simplemente podía utilizarla para curar dolores en los huesos de reumatismo para las señoras, o heridas leves, pero muy leves, curar un raspón o una uña torcida podría ser todo un gran reto para su nivel actual… También intentó ejercer su profesión de protector de pueblos, pero fracasó al ser derrotado por un jabalí enfurecido que atacó una frutería y no pudo hacer nada para detenerlo… Pero Sebastián siempre soñaba con ser el gran Paladín que todos querían y que alguna vez salvó su vida cuando fue atacado su pueblo de pequeño. Siempre lo admiró y siempre quiso ser como él, no se rendía, y al menos tenía herencias mágicas que le permitían poder llegar a ser algún día como él…

El día aburrido de Sebastián había terminado, era hora de volver a casa… Pero esta vez… no había una casa a donde volver…

Cuando llegó al lote donde se suponía que vivía… No había nada… Era un lote baldío… No había rastros de su más remota existencia. Era demasiado extraño… Decidió volver al pueblo, pero cuando lo hizo, ya nadie lo conocía, nadie sabía de su existencia… Peor aún, fue recibido con rechazo, nadie quería saber de él.

Un poco bajo de ánimos, se fue desconsolado a pensar bajo un árbol. Después de un rato de meditar, observo las cosas desde un lado positivo, esta era la gran oportunidad que estaba esperando para poder convertirse en un paladín, y tenía una razón para salir de viaje…

Encontrar las respuestas del porque a él, de seguro era alguien demasiado importante como para que alguien se preocupara de borrarlo del mapa, así que con esa mentalidad salió de viaje, y el lugar donde pensó dirigirse era obvio: El pueblo del Norte… pues allí era donde las cosas buenas siempre sucedían, donde se escuchaban las grandes leyendas y donde vio por primera vez a este paladín que le salvó la vida. Con la intención de encontrar la razón de su existir y poder convertirse en un verdadero Paladín, emprendió su viaje sin saber que se enfrentaba a una verdad un poco diferente a la que él esperaba encontrar…