“Estaba oscuro… pensé que este era el túnel de la muerte… Pero no lo era… lo supe porque por primera vez me alegré de sentir dolor…”

Adam abrió los ojos… Se encontraba en una cueva. Al parecer cuando lo atacó el dragón había caído en ese lugar. Miro hacia arriba para ver cómo su caída fue bastante fuerte… Como para haber muerto; no entendía por qué aún vivía. Si sabía que en anteriores ocasiones había burlado al fracaso… Pero, ¿la muerte? esto iba demasiado lejos… Incluso, pasó por su cabeza, que las veces que se salvaba cuando era niño no fueron pura casualidad…

  • Tu, humano… ¿Ya puedes moverte? – Una voz fuerte y profunda se escuchó justo detrás de él.

Adam giró su cabeza hacia la voz, para observar a un hombre de aproximadamente 2 metros de alto, camisa de cuadros, por lo oscuro de la cueva no se distinguían sus colores, botas de leñador y un overol, barba gruesa y pulida, unos ojos grandes y una expresión agresiva. Este hombre estaba ocupado concentrado en unas hojas que trituraba con sus manos… tenía un hacha con él colgada a su espalda. Cuando pareció que terminó, volteo y lo miró con recelo:

  • “Toma esto” –Dijo el hombre extendiéndole una hoja en forma de coca, en la cual había depositado un líquido que había logrado extraer de las demás hojas que trituraba.

Sin detenerme a preguntar, comencé a tomarla. La bebida era amarga. Adam se pone de pie rápidamente con el sabor amargo en su boca.

  • “Un mal sabor levanta a cualquier muerto… sobre todo tu que no sé cómo sobreviviste…” – Dijo el hombre conservando esa mirada amenazadora e intimidante contra él.

Al observar Adam con detenimiento su cuerpo, poseía varias heridas, algunas lo suficientemente fuertes como para evitar que se moviera con normalidad, pero la bebida le posibilita moverse…

  • Llevas varios días acá metido y a pesar de que no te conozco toda criatura merece vivir… Ahora me voy – Dijo el hombre para luego dar la espalda e intentar marcharse…
  • ¡Espera! – Le grita Adam deteniendo su camino.

El hombre toma el hacha de su espada y la agita manteniendo a Adam alejado:

  • No me sigas… Toma tu camino… Estas cuevas son engañosas pero no te me acerques… – Dice el gran hombre antes de proceder con su camino sin quitar la vista del muchacho.
  • Dime al menos tu nombre – pregunta Adam.
  • Pablo, el guardabosque
  • ¿Y no estás un poco lejos de un bosque?
  • No juegues con tu suerte…

Así el hombre se aleja perdiéndose en la oscuridad de la cueva. Adam notó cómo dejó una antorcha encendida para que él se pudiera movilizar. No era malo del todo, pensó, solo tenía conflictos que resolver.

Adentrándose por otra ruta en la cueva, caminó durante horas; hasta que el cansancio lo derribó.

  • ¡Esto es imposible! No hay salida… Bueno, al menos di mi vida con honor al caer aquí… Que será de ese guardabosque, y que desayunará para tener ese tamaño… Espero haya logrado salir, al menos él puede contar mi historia… Un momento… ¡él no tiene ni idea de por qué estoy aquí!

De pronto… Sintió como se acercaban unos pasos por la cueva. Un buen número de bichos de aproximadamente un metro comenzaron a acercarse a él… Eran arañas… Sedientas por alimento, ya que por como lo acechaban, no era posible que vinieran solo a saludar… En el pueblo del norte eran famosas las arañas carnívoras que andaban por las cuevas debajo de la ciudad. Hace varios años que no se veían, por eso la gente pensó que se habían extinguido y entonces su historia era contada más como un mito. Pero ahora parece que siguen vivas…

Adam desenfunda su espada, y aprovechando como aquella bebida que le había dado el leñador le había adormecido el dolor, pudo acabar con gran número de arañas: Ágilmente saltaba en las paredes y lograba acertar golpes que nunca pensó poder hacer. El ver la muerte lo hizo más ágil, o eso creía, porque en realidad sólo necesitaba confianza, como la que ganó al arriesgarse por otros.

Eran demasiadas… Si acababa con una salían tres. Comenzaron a pegarse en su cuerpo, eran insoportables y una picadura de cualquiera podría ser su fin en el estado que se encontraba…

  • Creo que no es momento de buscar una farmacia para comprar un antídoto por si estos bichos me pican… Ahora solo necesito un milagro…

Cuando saltan tres arañas sobre Adam una ráfaga de viento las derriba…

  • ¿Diana? – Pregunta Adam desconcertado a la distancia de donde vino la ráfaga de viento.

Era Pablo el que venía del otro lado del camino con una araña, que era diferente a las demás…

  • No podrás salir sin su ayuda, me dijo ella, solo por hoy, caminaremos juntos… – Dijo Pablo a Adam aún con su mirada fría mientras acariciaba la gran araña que lo acompañaba.

La araña que venía con Pablo tenía un color rojizo, a diferencia de las otras que eran negras como la noche para ocultarse más fácilmente en la cueva. Solo resaltan sus seis ojos rojos cuando se ocultaban en las sombras. La araña que acompañaba a Pablo poseía dos metros de largo, el doble de grande que las demás. Al ver al gran Pablo, las pequeñas arañas comenzaron a escapar y escudriñarse en los agujeros de la cueva.

  • No me digas ahora que también hablas con arañas. Yo si doy con los tipos más extraños… – Dijo Adam con voz risueña más para sí mismo que para el guardabosque.

Después de decir esto, Pablo comenzó a ayudarle a Adam a abrirse paso por la cueva, a través de las arañas, junto con la que parecía ser su amiga… al fin llegaron donde una araña bastante grande en un espacio mucho más amplio que los caminos que habían recorrido…

  • Mmmm. Aja… Ella es la que comenzó el disturbio en las cuevas, si acabamos con ella podremos salir de aquí, su cuerpo cubre la salida….” – Dice Pablo a Adam mientras mira fijamente a la araña reina.
  • Está bien… Después de todo no tengo alternativa – Contesta Adam mientras se prepara para la batalla.
  • Su punto débil es su cabeza. Yo la distraeré, ataca ahí.

El animal se asemejaba a una tarántula, su tamaño era como el de un elefante. Colmillos amenazantes, patas peludas, pequeñas arañas que descolgaba de su lomo y los suficientes ojos como para marearse al tratar de contarlos.

Sin dejar que Adam hablara, Pablo se dirigió donde la araña reina y comenzó a llamar su atención. Saca su hacha y de un solo golpe corta una de sus patas delanteras… La araña se tira sobre Pablo y lo derriba. Adam, evitando defraudar al hombre, salta con su espada aprovechando la conmoción y atraviesa la cabeza del arácnido, luego hábilmente salta del lomo de ella de nuevo a tierra. La araña simplemente cae al suelo y se desintegra dejando en su lugar una roca brillante. La piedra tenía un color amarillo mostaza. Adam decide tomarla, ya que podría ser útil…

Después de morir la araña, las más “pequeñas” dejan de atacar, las cosas se normalizan y Pablo pareciera tener más simpatía con ellas que con Adam. Al fin era posible ver una luz desde ahí, así que deciden seguir caminando.

Finalmente, llegan a la salida.

  • “Hacia tu izquierda está el bosque de la muerte… puedes ir por allá, ya que a la derecha se encuentra el valle de piedra, yo iré por ahí. Es más peligroso, así que toma el del bosque si quieres tener un poco de suerte.” – Dice Pablo a Adam conservando esa frialdad que lo caracterizó todo el viaje.
  • Pero… Bueno, gracias… Hasta que nos veamos de nuevo – Dice Adam a Pablo.

Pablo se marchó de nuevo. Adam sabía que lo volvería a ver pero no sabe cuándo sería eso, por ahora simplemente se dirigió al bosque a ver que podría acontecer con él y la piedra. Después de todo, su finalidad seguía siendo vengarse de “aquel hombre que mató a su pueblo”.

(Mientras tanto en el bosque…)

  • “Son demasiados zombis” - Decía Sebastián mientras luchaba con su daga contra los seres inertes
  • “Pues es más fácil acabar con varios de un solo ataque” - Decía Diana mientras acababa con rondas de tres o cuatro con ayuda de sus ráfagas de flama producidas por su magia
  • “Hagan lo que quieran, que solo retardan su muerte…” – Dice Diego, el nigromante, en tono burlón a los dos guerreros – “(Pero, dónde está el otro muchacho…) – Pensaba Diego”.