Diana y Ana se alejaban en el caballo mientras Pablo y Felipe corrían tras ellas. Finalmente, las perdieron de vista.

  • A este paso no podremos alcanzarlas – Dice Felipe a Pablo mientras corrían.
  • Tienes razón, pero no tenemos alternativa, Sebastián y Diego están luchando tras nosotros para permitir que logremos llegar al monte. No podemos defraudarlos. – Contesta Pablo mientras acelera el paso.

Mientras corrían divisan una silueta de una persona que se atraviesa en su camino. Era el hombre del gabán que habían visto antes y Diego les había advertido.

  • ¿Y cómo rayos llegó este sujeto aquí así de rápido? – pregunta Felipe sorprendido.
  • Demonios… Este hombre no es normal… – Dice Pablo con preocupación.

El hombre de túnica negra, no se podía diferenciar ni su rostro ni rasgos físicos. Era bastante grande ya que el viento no dejaba que se moldeara su figura. Pero su altura era considerable, ya que Pablo era un sujeto bastante alto y este hombre lo supera en tamaño.

  • Juventud… Eso los hace inocentes y estúpidos. ¿Cómo creen que puedo permitir que sigan jugando con mis hombres? Me cansé de solo observar, no puedo permitir que lleguen al monte. Tengo muchas preguntas que hacerles… – Dice el hombre de la túnica
  • Y supongo que tus métodos para pedir las cosas no difieren mucho de los de tus hombres – pregunta Felipe.
  • Ja ja, no los culpen, por favor, solo hacen su trabajo. El asunto es muy simple. Díganme todo lo que saben del monte y dejen de intentar llegar allá. – Dice el hombre de la túnica.
  • ¿Y si nos negamos? – Pregunta Pablo.
  • No tengo más remedio que insistir… Pero ya no lo haré de buena manera. – dice el hombre mientras cambia la posición de su cuerpo.
  • ¡Quiero ver que lo intentes! – Dice Felipe mientras saca su espada y corre hacia el hombre de la túnica negra.
  • Humanos estúpidos… –Dice el hombre.

Un brillo amenazante, unos ojos rojos escarlata se logran divisar tras la oscuridad de la capucha que cubría el rostro del amenazante enemigo. Felipe, temerario, continúa corriendo hacia el hombre. Al lanzar su espada, nota que ya no hay nadie.

  • Muy lento – Dice el enemigo mientras con su mano golpea el cuello de Felipe. Unos rayos de electricidad roja rodean el cuerpo de Felipe en el momento del impacto para caer desmayado…
  • Ahora, un hombre como tú, criado por elfos como yo, debe ser lo suficientemente sabio para saber cuándo rendirse. – Dice el enemigo mientras prepara sus puños y camina hacia Pablo.
  • Si algo he aprendido de andar con humanos, es que sin importar la situación, ¡nunca se rinden! Así que no es el momento – contesta Pablo a los retos de su enemigo.

Rápidamente, Pablo toma su hacha y la lanza contra el enemigo. Los rayos rojos de nuevo brillan desde las manos del hombre y atrapa en el aire el hacha.

  • ¿Sabes? Lanzar objetos filosos puede ser peligroso – Diciendo esto, el hombre irradia más fuerte los rayos rojos y lanza el hacha contra Pablo.

Pablo logra esquivar un golpe directo del hacha, pero es herido gravemente en su hombro, cuando levanta la mirada se encuentra con los ojos escarlata frente a frente.

  • Esto pudo haber sido más fácil… Pero tú escogiste este camino. Los hare sufrir, pero no los matare… Tienen información valiosa… – Dice el hombre con voz amenazante…

“¿Qué clase de información?” – Se preguntaba Pablo mientras escuchaba estas palabras…

El hombre de la túnica irradiaba una energía roja tan fuerte que lanzó a Pablo por los aires. Antes de que tocara el suelo, el enemigo corrió hasta donde el cuerpo de Pablo se encontraba cayendo y lanzó varios golpes consecutivos contra el estómago de Pablo. Luego una patada en el rostro que lo lanzó contra el suelo.

  • Ahora, ya sabes a lo que te enfrentas… No lo hagas más difícil… ríndete, y tu muerte será rápida e indolora… – Dice el hombre de ojos escarlata.
  • Nunca – Contesta Pablo con la voz recia a pesar de sus heridas…
  • Demonios… Lo lamentarás… – Tras estas palabras, el hombre de ojos escarlata acumula una energía radiante y roja en su puño y lanza un golpe tremendo contra el estómago de Pablo. La tierra se hunde varios metros alrededor de donde fue lanzado el golpe…
  • Mmm creo que me pase un poco. Es su culpa por provocarme… – Dice el hombre de la capucha.