Felipe estaba atónito al escuchar la historia de lo sucedido.

  • Eres un hombre muy fuerte Pablo…
  • Pero no lo suficiente – contesta el guardabosques indignado.
  • No seas así contigo, estás vivo, eso es lo que importa. Además, ¡nos has dado una nueva oportunidad! ¡Podemos salir de aquí y continuar nuestro viaje!
  • Creo que eso lo podemos decidir luego. Por ahora concentrémonos en encontrar a los demás.
  • Si, tienes razón.
  • Tarde o temprano tendremos que volver a ver al tipo de la túnica y ojos escarlata… Para cuando llegue ese momento, tendremos que estar listos…
  • No te preocupes, cuando eso suceda, estaremos listos, y juntos podremos vencerlo.
  • Ja, veo que estás mejor, has recuperado ese optimismo – Dice Pablo
  • Ja ja, parece que sí. – Contesta Felipe más animado.

Luego de caminar por otro rato y disuadir a los guardias con su coartada de transferencia de los prisioneros, Pablo y Felipe se detienen frente a una celda.

  • Es esta – Dice Pablo.
  • Pero está cerrada, ¿cómo conseguiste la llave antes? – Pregunta Felipe
  • Le dije al guardia que era cambio de última hora, porque había un guardia enfermo entonces había que reorganizar las celdas.
  • Bueno, y acá no hay nadie… ¿Qué haremos?
  • Mmmm ya sé. Amiga, ¿crees que puedes abrir la celda? – Dice Pablo mientras se dirige a la rata de su bolsillo.

La pequeña sale y brinca a la mano de Pablo. Éste la acera a la reja de la puerta y ella comienza a hacer algo con sus patas. Tras unos minutos se escucha un ‘clic’ del candado y la puerta se abre.

  • Muy bien amiga. Te debo otra. – Dice Pablo a la pequeña con una voz suave.

La pequeña rata mira a Pablo como quien acepta el agradecimiento y trepa por su brazo para regresar al bolsillo de Pablo.

Felipe y Pablo entran a la celda para encontrar a una elfa con ropas destrozadas, pero que aún respira levemente.

  • ¿Ana? – Dice Felipe.
  • Tardaron demasiado… – Dice Ana mientras lanza una mirada dulce pero cansada a Felipe.
  • No tenemos tiempo que perder. – Dice Pablo mientras desenfunda su espada y corta las cadenas que sostienen a la chica. Ella se desploma y Felipe la recibe en sus brazos.
  • Está muy débil. – Dice Felipe
  • No te preocupes, estaré bien en un momento. – Dice Ana mientras trata de reincorporarse.
  • Vamos. Felipe, ayuda a la chica mientras caminamos. – Dice Pablo
  • ¿Y los demás soldados? – Pregunta Felipe
  • Creo que debemos evitarlos desde ahora. – contesta Pablo.

Avanzando con mayor cautela, los tres comienzan a caminar por las mazmorras.

  • ¿Qué pasó con ustedes? – pregunta Felipe.
  • Lo último que recuerdo es haber visto como Diana era partida en dos por Nicolás. – Contesta Ana.
  • ¿¡Qué!? Es decir, ¿que ella está muerta?
  • Eso creo. No pude soportar ver que alguien como ella terminara así por mi culpa. Perdí mis deseos de batalla. Nicolás solo se burló de mí y solo recuerdo cómo me tomó por el cuello y recibí un fuerte golpe en mi cabeza que me dejó inconsciente. Aun no entiendo porque no me eliminó en ese momento.
  • Hasta ahora todo parece que era con la intención de hacernos vivir este infierno…
  • Tal vez… pero no es su estilo…

Pablo de pronto se involucra en la conversación:

  • Creo que ya sé dónde hay alguien más. ¡Vamos!

Sin preguntar, Felipe y Ana continuaron caminando uno apoyado del otro justo detrás de Pablo, ya que ahora había que evitar a los guardias.

El estudio de las ratas ha sido una gran ayuda en este momento. Conociendo las rutas de vigilancia y los lugares descubiertos, fue fácil llegar para los muchachos a la celda de su destino. Esta vez, vigilada por un soldado.

  • Ahora, ¿cuál es el plan? – Pregunta Felipe
  • Esperen aquí – Contesta Pablo

El guardabosque camina solo hacia el soldado.

  • Señor, se le solicita que vaya al cuartel para un reporte. Fui enviado en su reemplazo. Entrégame las llaves de la celda y yo custodiare durante su turno – dice Pablo al guardia
  • Pero… ¿Quién eres tú? No recuerdo haberte visto antes…
  • Señor, soy de la nueva brigada. Dicen que tiene que ver con lo de ayer
  • Gulp… Espero no sea grave… ¡Gracias! Toma esto… ¡Voy enseguida! – Diciendo esto, el soldado se marcha rápidamente en dirección a Felipe y Ana…
  • ¿¡Qué demonios!?

El soldado exclama sorprendido al ver a los prisioneros. Cuando se disponía a hacer algo cae desmayado. Pablo había lanzado un golpe seco a la nuca del guardia con el mango de la espada…

  • Wow… Eso estuvo cerca… Ahora vamos. – Exclama Pablo.

  • ¿Lo de ayer? – Pregunta Ana intrigada.

  • ¿Algo tenía que pasar ayer no? – Contesta Pablo con una chispa en su mirada.

Entre Felipe y Pablo entran al soldado a la celda que este mismo custodiaba. Lo desvisten y Felipe toma las ropas de este para poder pasar desapercibidos. Ana espera afuera mientras él se cambia. El prisionero que se encontraba desmayado es despertado por Felipe.

  • Sebastián. Buenos días dormilón, es hora de irnos…

Desconcertado, Sebastián abre sus ojos:

  • Y ustedes… ¿Qué están haciendo aquí?
  • Vinimos a rescatarte, ¿no es obvio? – Contesta Ana.
  • No hay tiempo para explicaciones – Dice Pablo mientras corta las cadenas que atan a Sebastián – Vámonos, tenemos que salir de aquí

Salieron todos de la celda cuando de pronto Pablo se detiene.

  • ¿Qué pasa? Pregunta Sebastián.
  • Mi amiga dice que hay alguien más, una elfa…
  • Podría ser… – Dice Felipe
  • Pero si yo la vi morir – Dice Ana
  • Es mejor asegurarnos – Contesta Pablo
  • ¿Amiga? – Pregunta Sebastián
  • Es una rata, no preguntes, es una larga historia… - Contestó Felipe

Siguieron todos a Pablo sigilosamente, evitando que los soldados vieran por donde recorrían para llegar a la última celda necesaria por visitar. La puerta de la celda estaba cerrada.

Pablo pide apoyo a su amiga la rata para abrir la puerta, pero a pesar de sus esfuerzos, la puerta no se abre.

Entonces Ana, simplemente les pide que se alejaran un poco y se concentró apuntando sus manos a la cerradura de la puerta. Una pequeña explosión rompe la entrada y Ana se apoya de nuevo en Sebastián y Felipe, cansada por usar su magia en su estado débil. Pablo y los demás entran a la celda para encontrar a una anciana, de cabello blanco como la nieve, una túnica familiar y una piel arrugada con un rostro bastante feo.

  • Es Diana – Dice Ana
  • ¿Cómo es posible? ¿Esta anciana es Diana? – Pregunta Sebastián sorprendido.
  • Su poder se basa en la naturaleza, al estar cerca de ella su poder irradia físicamente, y bueno, lo opuesto ocurre cuando se debilita. Ya ha pasado mucho tiempo…
  • Entonces. ¿Qué edad tiene ella realmente?
  • No es vieja, solo luce así por su estado
  • Dejemos los dilemas para después – Dice Pablo interrumpiendo la conversación – Debemos salir de aquí

Pablo toma su espada y corta las cadenas que atan a Diana. Ella se encontraba inconsciente, con una respiración débil, pero viva. Cargándola Pablo en hombros sale ahora para dirigirse a la salida.

  • Falta poco tiempo para el cambio de turnos – Dice Pablo – Debemos darnos prisa

Continúan caminando por las mazmorras, siguiendo las indicaciones de la pequeña rata que acompañaba a Pablo, hasta que logran llegar a un pequeño cuarto custodiado por dos soldados.

  • Muy bien, ¿ahora como pasamos a estos dos? – pregunta Felipe.

De pronto, Diana se incorpora y Pablo la descarga, ella se coloca de pie:

  • Déjame esto a mi – Dice Diana.

Nadie la cuestiona, solo observan sorprendidos como Diana entra caminando por la puerta y los dos soldados la ven.

  • ¡Está loca! – Exclama Sebastián

Una fuerte ráfaga de luz blanca envuelve el cuarto. Cuando la luz se dispersa, sólo queda Diana y dos montes de cenizas donde estaban los soldados.

  • Listo, necesitaba desahogarme con algo. Podemos continuar… – Dice Diana antes de dar la espalda y continuar caminando con ese paso elegante que siempre la ha caracterizado
  • Espantoso… No quisiera ser yo quien la hiciera enojar de nuevo… – dice Sebastián dirigiéndose a Pablo.

Diana lanza una mirada calibre 38 al Paladín, una mirada que lo deja congelado. Luego lo ignora y continúa su paso.

  • Yo siendo tú cuidaba mis palabras – Le dice Pablo.
  • Imprudente si no… – Le dice Ana

Sebastián no tiene más remedio que agachar su cabeza y seguir tras de todos…

  • Muy bien todos. Estamos completos… A excepción de él… Es hora de salir de aquí. Retornemos a nuestra misión – Dice Pablo mientras recupera el liderato del grupo y los dirige hacia lo que era una luz en la distancia… La salida estaba cerca…