- Diana… ¿Cómo es que estás viva? Yo te vi morir en manos de Nicolás – Pregunta Ana desconcertada mientras caminaba con los otros a la salida.
- Yo te vi morir a ti de la misma forma – Contesta Diana
- ¿Cómo es posible?
-
Nicolás utilizó una técnica de ilusión con las dos. Cuando tú caíste desmayada tras el ataque, yo intenté enfrentarme a Nicolás, pero cuando estábamos luchando, un hombre de capa negra me atacó por la espalda. Logre verlo levemente antes de perder el conocimiento.
- Ese hombre… Debió ser el mismo que se enfrentó a mí. – Dice Pablo metiéndose en la conversación.
Después de estas palabras, continuaron en silencio caminando por el largo pasillo donde se acercaban a la fuerte luz que indicaba la salida. Cuando estaban a unos pocos metros, aparecen detrás varios soldados:
- ¡Ahí están! No los dejen escapar. – Dice uno de los soldados que encabeza el grupo. A la distancia, tras el grupo de soldados, se distinguen dos siluetas conocidas, eran Tobías y Diego.
- Rayos… Tenemos que darnos prisa – Dice Felipe para apresurar el paso de todos.
La persecución comienza, los soldados corren tras los prófugos mientras intentan alcanzar la salida. En el exterior no había más que arena, era un completo desierto. Una vez afuera, los soldados comienzan a desenfundar sus espadas para capturar por la fuerza a los muchachos.
- ¿Ahora qué vamos a hacer? – Pregunta Ana preocupada.
- Sigan caminando, yo los detendré – Dice Diana.
- No vamos a dejar a nadie – Dice Pablo con voz firme.
- No te preocupes, no pienso quedarme mucho tiempo
Confiando en las palabras de Diana, Pablo da la espalda y continúa corriendo con los demás. Diana comienza a recitar:
- Tormentum granito
Tras estas palabras, Diana cierra sus ojos y comienza a caminar tranquilamente siguiendo la pista de sus amigos. Los soldados, desconcertados y enfurecidos por la calma de la presa, intentan salir tras ella pero una tormenta de arena comienza inadvertidamente e interrumpe su paso.
- Maldición. Esta elfa, había escuchado de sus poderes… Pero esto es ridículo, es solo una anciana…
Los demás comenzaron a sentir el peso de la tormenta de arena. Comenzaron a caminar cada vez más despacio hasta que Diana los alcanzó.
- Diana, si las cosas siguen así, no podremos llegar muy lejos. Moriremos aquí. – Dice Sebastián al verla.
- No te preocupes, sígueme, yo puedo escuchar al viento, él nos guiará. – Contesta Diana mientras camina para encabezar el grupo como solía hacerlo antes. Los demás, conociendo lo que sucedía cada vez que ella dirigía de esta forma, no preguntaron, simplemente continuaron caminando tras ella.
Pasaron varias horas, la tormenta continuaba cubriendo sus pasos. De pronto, se divisa un oasis, con su propio lago y vegetación. Al alcanzar el lugar, la tormenta se sitúa justo a las afueras del paradisiaco lugar, cubriendo su ubicación. Todos se alegraron, estaban cansados, sucios y de nuevo Diana los había llevado a un lugar seguro.
(Mientras tanto, en las mazmorras)
- ¿¡Cómo es posible que escaparon!? – Exclama un hombre con una túnica negra.
Un estrépito golpe manda a volar al soldado que entregaba el reporte dejándolo inconsciente contra la pared.
- Sí señor, hoy en día desconocemos su ubicación, debemos encontrarlos y rápido. – dice Tobías que había presenciado todo el reporte y el suceso del escape.
- Espero estés pensando en hacer algo en vez de sacar excusas estúpidas. – contesta el hombre de la túnica enfurecido.
-
Señor, ¿por qué no los perseguimos por un tiempo? Encontremos su ubicación, y luego observamos que es lo que no nos quieren decir. Una vez sepamos lo suficiente podemos atacarlos. – Dice Andrea.
- Tal vez tengas razón. Está bien, dejemos que hagan lo que les dé la gana por ahora. Necesitamos saber cómo ingresar al monte de Mithril, y la respuesta solo la tienen ellos. Dejemos que actúen a su manera, luego, tomamos lo que necesitamos una vez la puerta esté abierta.
La reunión se dispersó. Tobías y Andrea se retiran juntos por la puerta de la sala de juntas que se encontraba en el segundo piso de las mazmorras.
- ¿No haremos nada para detenerlos? Eso será aburrido” – dice Tobías a Andrea.
- Claro que nos divertiremos un poco con ellos mientras viajan, pero dejemos que recuperen sus fuerzas, sino no sería divertido. Además, tengo bastante curiosidad de que hay en el monte ese, porque el jefe está tan intrigado de aquel lugar y no nos dice nada.
- Si, tienes razón. Juguemos estratégicamente… por ahora.
- Además, tenemos a Diego en nuestro control de nuevo. Esta vez, es solo un cuerpo sin alma. Tras lo que pasó con Adam, el jefe destruyó su alma y nos dejó su cuerpo con sus poderes para controlarlo. Es un títere bastante útil. Así que ya hemos acabado con dos… solo nos faltan cinco…