Pablo y los demás se encontraban en el oasis.
Cada uno de los integrantes del grupo se sienta bajo la sombra de un árbol diferente. Habían tenido un viaje largo, y bajo la protección de la nube de arena podían descansar lo suficiente para retomar su camino.
-
Pablo, ahora que estamos afuera, ¿por qué no nos cuentas qué es lo que sabes? Hace un momento mencionaste que habías descubierto cosas de por qué nos mantenían vivos… – pregunta Felipe retomando las palabras que Pablo había dicho cuando salían de las mazmorras.
- Creo que es mejor que esperemos que Diana se recupere, para que nos acompañe en esta conversación – Dice Ana
- Estoy de acuerdo – Dice Pablo mientras observa como Diana se dirige lentamente al lago que poseía el Oasis.
Lentamente, Diana se acerca al agua del lago y se sumerge hasta que su cuerpo es cubierto completamente… Un destello de luz sale del lago… Y Diana, con esa figura juvenil que la caracterizaba, bajo la túnica destrozada, sale del lago lentamente. Esa figura sensual que se escondía tras las arrugas emerge del lago.
- ¡Por un demonio! ¡Es un lago mágico! – Exclama Sebastián mientras sale disparado como un rayo a sumergirse en el lago…
Diana se acerca a los demás lentamente y se sienta con ellos.
- Como parte de la naturaleza, recuperas tu belleza y juventud cuando vuelves a estar con ella, ¿no? – Dice Ana con voz firme.
Diana asiente con la cabeza.
Unas burbujas salen del fondo del lago… Tras un rato, Sebastián sale del lago un poco desilusionado. Todos lo observan mientras vuelve completamente empapado y se sienta al lado de ellos. Sin decir nada al respecto. Pablo toma la palabra:
- Mientras estábamos en la celda, logré que mis amigas las ratas nos ayudarán a escapar. Todos lo recuerdan. Desde eso, ella nos acompaña en este viaje.” – El pequeño animal que viaja en el bolsillo de Pablo asoma la cabeza. Pablo prosigue – “Entre la información que obtuve, escuché que buscan ciertas rocas. Recuerdo haber encontrado algunas de ellas mientras viajabamos con él…
Un silencio llenó la atmósfera…
- Sin embargo – Prosigue Pablo –La pista que tenemos para encontrar las piedras faltantes son los cambios bruscos que han tenido las zonas en las que hemos visitado, y las piedras no son tantas como pensábamos.
- ¿Qué quieres decir? – pregunta Felipe algo intrigado.
- Mi bosque, había sido revisado por ellos. No encontraron nada, pero según como estaban las cosas cuando salí de allí, creo saber dónde está la piedra.
- Ahora que lo mencionas… El pueblo donde yo vivía… Nadie me recordaba… Será que… – Dice Sebastián mientras ataba cabos…
- No eres el único. Ahora que lo pienso, el reino de dónde vengo fue destruido. ¿Las intenciones serían las mismas? – Exclama Felipe.
- Tenemos tres lugares que según escuché, no encontraron nada. Debemos revisarlos uno a uno y encontrar las piedras antes que ellos. No servirá de nada que lleguemos al monte de Mithril sin ellas, no encontraremos nada, como les ha sucedido.” – dice Pablo
- Muy bien, ¿pero entonces qué hacemos con las rocas faltantes? – Pregunta Ana.
- Dinos, en tu caso, ¿tu pueblo fue destruido no? – Pregunta Sebastián.
- Nicolás lo destruyó. Así que esa piedra debe estar en el poder de ellos. – Contesta Ana
- Está bien, en ese caso, tarde o temprano tendremos que tratar de recuperarla si queremos entrar primero al monte, pero estoy seguro que ellos nos encontrarán a nosotros… No nos preocupemos por eso. Tu Diana, ¿cuál es tu caso? – Pregunta Pablo
- Escuché el llamado de la naturaleza, por eso salí en este viaje. Hoy en día me guío por su llamada. No tengo ninguna otra explicación. Tu historia de las piedras me parece consistente, pero yo no tengo ningún lazo con alguna tragedia que haya ocurrido por la búsqueda de esas rocas… Solo queda él… – Contesta Diana
- Esperemos que como tú, no tengas un lazo con las rocas, porque de ser así, creo que tendremos problemas para ingresar al monte. Primero ocupémonos de decidir a dónde ir primero. – Dice Pablo
- Alto. Eso está muy bien, ¿pero alguien tiene idea de donde estamos? – Exclama Sebastián
- El mar de arena – Dice Diana – Cuando le pedí ayuda a la naturaleza pregunté su nombre. Este lugar está cerca de un bosque… Detrás de él si estoy en lo correcto. Un bosque que solían cuidar los elfos… – Contesta Diana
- Ese es mi hogar. Allí debe estar una de las piedras que no han podido conseguir.
- ¡Entonces qué estamos esperando! ¡Vámonos ahora! – Exclama Felipe
- Descansemos un poco, al menos por el día. La naturaleza nos cuidará. Mañana por la mañana emprendemos el viaje. – Dice Diana con voz calmada.
Todos asintieron. En lo que quedaba del día, todos nuestros viajeros se dedicaron a tomar agua, dormir un poco y descansar, hacía un buen rato que no salían a ver el sol, así fuera a través de la cortina de arena que los protegía de ser perseguidos.
A la mañana siguiente, emprendieron su camino cubiertos por la cortina de arena. Ahora se dirigían al Bosque Sabio… El bosque, donde fue criado Pablo. Ese bosque, donde solo Pablo sabía que debía ir a encontrarse con una vieja amiga…
(A algunos metros de distancia)
- ¿Cómo van las cosas? – dice una voz tosca y fuerte a la mente de Diego
- Van al bosque. Mantendré mi distancia. Pero sigo vigilandolos…
- Muy bien Diego… No queremos que sepan que en este momento son nuestros títeres…
- Si señor…