• ¿En serio vivías aquí? – preguntó Felipe asombrado.
  • No hay mejor manera de vivir que con quien te ha dado todo, con quién te ha enseñado, te cuida y te alienta. – Contesta Pablo mientras contempla el verde bosque que los rodea.
  • Se nota fuertemente la influencia de los elfos en ti – Afirma Ana mientras lo observa y continúa caminando.

El bosque sabio era un lugar protegido por los elfos, bueno, lo que quedaba de ellos antes de su desaparición. Para proteger a su heredero humano, habían ocultado a un espíritu del bosque, la hormiga, para que aprendiera de él y lo protegiera de cualquier intruso, al igual que el bosque.

  • Algo no está bien… - Dijo Pablo mientras detenía su caminar
  • El bosque está demasiado silencioso…

Todos entraron en un estado de alerta. Pablo se adelantó, para revisar y buscar a su compañera, pero eso era algo que ellos no sabían. Mientras tanto, Diana y los demás comenzaron a explorar por una ruta que Pablo les había indicado antes de partir.

  • Si no conocen el bosque se pueden perder fácilmente. El truco está en seguir las señales que solo los guardabosques podemos identificar. En este caso haré una excepción (sacó al pequeño ratón que les había ayudado en la prisión semanas antes y comenzó a hablar con él de una forma que no se podía comprender, pero parecía que estaba dándole las indicaciones de hacia dónde debían seguir). Solo deben seguirlo, él los guiará a mi refugio en el bosque. – Estas fueron las palabras de Pablo antes de partir, palabras que sus compañeros siguieron, ya que se encontraban en terreno desconocido.

  • Ok… y yo que creía que mi vida era precaria… - Exclama Sebastián al observar la cabaña a la que acababan de llegar.

Un lugar con apenas lo necesario para vivir, un pozo de agua en las cercanías, un árbol frutal en los alrededores, algo similar a un baño, algo rústico la verdad, y un espacio para dormir.

  • Con razón decidió partir de aquí. – Dijo Ana mientras procedía a sentarse sobre lo que parecía ser una cama
  • Oye, ¿tú eres una elfa no? Deberías estar acostumbrada a esto. – Dice Felipe
  • Yo conozco de la naturaleza, pero no tengo que vivir en ella, Pablo es un guardabosque, él aprende de su ambiente y de los animales, yo aprendo de los elementos. Además, eso no quiere decir que no disfrute de la buena vida – Contesta Ana con una mirada pícara.

Siguiendo un olor extraño a leños quemados, Pablo comienza a caminar por un sendero formado por unas huellas… Eran huellas de botas… Eran humanos…

“¿Cómo pudieron llegar hasta aquí?” – Pensaba Pablo mientras acelera el paso cada vez más siguiendo las huellas que había encontrado…

Su angustia se hacía cada vez más y más grande… Temía que hubiera pasado lo peor. La verdad, no estaba muy alejado de la realidad…

Luego de unas horas de camino, Pablo logra encontrar un terreno totalmente erosionado, La mano humana había acabado con los árboles del bosque de esa zona, eran varias hectáreas destruidas, todo por esa raza maldita.

Pablo, había sido criado por los elfos como un elfo, habían entregado un poder suficiente para hacerlo diferente. Pero para Pablo, ser un humano era una maldición, odiaba cada segundo de su existencia por no haber nacido como un elfo. Sin embargo, llevaba un tiempo viajando con otros humanos, y su prevención había descubierto que existían humanos en los cuales se podía confiar.

Pablo comenzó a revisar las cercanías, cuando, en un tronco de un árbol caído, la vio. Su amiga, la hormiga gigante, está tirada sangrando…

  • No puede ser…

Pablo corrió a su lado…

  • Imagino que la pelea fue bastante dura amiga… Perdóname por no haber estado aquí cuando me necesitabas.

La hormiga abrió los ojos y lo observó con una mirada comprensiva, como quien entiende que su misión estaba en otro lado. Luego, con un sentimiento entre melancolía y alegría la hormiga mira a Pablo tratando de decirle algo. Pablo recuerda cual es la razón por la cual estaba allí, y con la mirada encharcada, dice adiós a su amiga del bosque.

La hormiga deja de moverse. Pablo secando las lágrimas de sus ojos con su manga, revisa entre el torso y la cabeza del cuerpo de la hormiga y obtiene una esmeralda, el tesoro que habían encomendado sus ancestros del bosque.

  • Miren, que conmovedor, el leñador encontró a su amiguita muerta.

Pablo voltea para buscar de donde viene la voz, y encuentra a 5 hombres, con ropas del reino de Felipe. Una ira profunda se apoderó de Pablo, solo podía pensar en cómo Felipe lo había traicionado y había llevado a estos hombres a su bosque, como era posible que la ambición hubiera sido mayor de lo que él creía era una amistad.

  • Lo siento amigo, pero no podemos tener testigos de lo que estamos haciendo. Así que tendremos que matarte, ¡di adiós!

Uno de los hombres encendió una cierra eléctrica con la que contaba y comenzó a acercarse a Pablo.

  • Por favor, espíritus del bosque, brinden un poco de su energía a este cuerpo humano, que su fuerza sea mi fuerza, ya que hoy no puedo morir aquí.

Pablo esperaba que algo sucediera, pero en realidad las cosas empezaron mal:

El hombre con la sierra lanzó un ataque vertical, el cual Pablo pudo esquivar rodando, pero logró rasguñar su hombro. Cuando intentó ponerse de pie, otro de los hombres lo agarró por la espalda mientras dos lanzaban un golpe directo a su estómago.

El dolor del golpe fue bastante. Otro hombre comenzó a golpear su rostro repetidas veces, mientras el de la sierra eléctrica se acercaba lentamente a su presa…

  • ¿Este será mi fin? Entre hombres, vencido por mi propia raza como un animal…

Comencé a perder la conciencia pero una voz comenzó a retumbar en mi cabeza:

  • Pablo… ¿Recuerdas por qué te hice un guardabosque?

Una mañana, el joven Pablo se encontraba con su padre adoptivo, el elfo, caminando por el bosque, y llegaron a observar en un peñasco la belleza del bosque, todo por encima de los picos de los árboles más altos. Una vista hermosa, llena de hojas verdes y un cielo azul al fondo surcado por las más exóticas aves de aquel lugar.

  • Este Pablo, es tu hogar, y como tu hogar, cuidará de ti, así como tú has cuidado de él. – Dijo el Elfo.

Pablo sonrió, como el niño que era, admirado por la sabiduría de su padre, ese padre que lo quería a pesar de la diferencia entre especies.

  • Es hora de irnos a casa. – Dice su padre.

Pablo se disponía a caminar tras él, pero su pie tropezó con una rama, que lo llevó a deslizarse por el peñasco. Antes de caer, Pablo logró sujetarse de una rama de un árbol que se encontraba en una saliente del peñasco.

  • ¡Sujetate bien! – Grito el Elfo mientras intentaba alcanzarlo.

La rama estaba muy abajo, no era posible alcanzarlo.

  • Tranquilo papá, confía en mí, estaré bien. – Pablo sonrió, y se dejó caer.
  • Pablo, ¡¡¡¡Nooooo!!!!! – Gritó el elfo angustiado al ver al niño caer y perderse entre las hojas.

Desesperado, bajó rápidamente del peñasco a buscar al niño.

Grande fue su sorpresa al encontrar al pequeño Pablo reposando entre las hojas. El niño había caído sobre un grupo de hojas de uno de los árboles más grandes del bosque.

El elfo se acercó a Pablo y lo despertó con suavidad. Una vez estaba consciente lo revisó y no encontró ni un rasguño.

  • Cómo pudiste saber que eso estaba ahí… Si apenas conoces el bosque.
  • Solo escuché su susurro, que me dijo que todo estaría bien…

El elfo soltó una carcajada. Y mirándome con ternura me dijo:

  • ¿Quieres ser un guardabosque?
  • ¿Cómo tú? – Preguntó Pablo con alegría
  • Ja ja ja, si, como yo.
  • ¡Sí! ¡Sí quiero!

“Cómo pude olvidarlo” – Pensó Pablo cuando volvió a la realidad.

Con su rostro herido, a unos segundos de la muerte, y su cuerpo sin fuerza, cerró sus ojos y se concentró, en el ambiente, en el bosque, en el aire.

En esa fracción de segundo en que la cierra caía en picada hacia su cabeza, la esmeralda que Pablo había recogido comenzó a brillar en su mano, que a pesar de los golpes no había dejado caer. El brillo fue tanto, que deslumbró a su atacante desviando su ataque y causando que hiriera a uno de los dos hombres que lo tenían apresado. Con esa mano libre, Pablo lanzó un golpe con toda su fuerza al rostro del otro hombre que tenía su otro brazo. Una vez liberado, dio varios pasos hacia atrás sin perder de vista a sus atacantes.

  • ¡Mi rostro! Maldito, ¡te voy a matar! – Comenzó a gritar el hombre herido.
  • Tuviste mucha suerte esta vez muchacho, pero no te durará – Dijo el hombre de la sierra eléctrica mientras corría hacia él.

Pablo, sentía como no estaba solo, la esmeralda poseía los espíritus de la naturaleza. Aprovechando esto, Pablo concentra su mirada en el hombre de la sierra. Mientras esté lanzó su ataque, las pupilas de Pablo se tornaron rasgadas, y con un movimiento de leopardo, a gran velocidad Pablo logra posicionarse en la parte de atrás del hombre.

  • ¡Como demon…! – Alcanza a exclamar el hombre antes de recibir un fuerte golpe en la nuca por Pablo.

Con un enemigo menos, Pablo da la vuelta y se dirige de nuevo con su pupila rasgada a toda velocidad contra sus otros dos enemigos. El primero lanza un golpe a la cara, el cual Pablo esquiva. Su mirada se torna fuerte como la de un búfalo, y lanza un golpe seco contra el estómago del hombre, dejándolo inconsciente. El otro hombre logra conectar una patada en la espalda de Pablo, con la cual Pablo pierde el equilibrio y cae al suelo, pero usa el impulso ganado con el golpe y lo utiliza a su favor para rodar y terminar en sus 4 extremidades.

El hombre aprovecha para lanzarse sobre él y se acerca corriendo a toda velocidad. Pablo deja que se acerque lo suficiente para incorporarse y hacerse a un lado. En ese momento con su mano, toma la parte de atrás de la cabeza del hombre que se dirigía a toda velocidad y la impulsa, estrellándose con el otro atacante que se había acercado sigilosamente por detrás.

  • Muy bien, esos serían cuatro, y el último sería…

Sin terminar de decir esto, Pablo da la vuelta para encontrar que el último hombre, el del rostro herido, con solo un ojo y el otro cubierto por la sangre de la herida tenía sobre él la sierra eléctrica.

  • Rayos… No lo sentí. Está demasiado cerca para esquivarlo…

De pronto, el estómago del hombre se enrojece. Es sangre. Pierde la fuerza en sus manos y deja caer la sierra. Luego cae derribado. Detrás de él se encontraba Felipe.

  • ¿¡Enviaste a tus hombres aquí!? – Le grita Pablo exaltado.
  • También me alegro de verte. Aunque un gracias también estaría bien. – Contesta Felipe
  • Mira su hombro. – Le dice Pablo mientras le señala el hombro de uno de los hombres caídos.

Felipe examina el cuerpo. Efectivamente, en su hombro estaba el escudo de su nación, pero algo no estaba bien…

  • Estos son rebeldes – Dice Felipe con calma… - ¿Logras ver como el escudo está tachado? Este tipo de símbolo lo usan los que están en contra. Es bastante viable que sean parte del mismo grupo que acabó con mi pueblo.
  • Oh… Lo siento… Pensé que… - Dijo Pablo.
  • ¿Te traicionaría? Por favor, somos amigos, ¿no? Además, no conocía este lugar hasta que llegamos en la mañana, y estos tipos llevan varios días aquí.
  • Tienes razón, perdona, no pensé con cabeza fría.
  • No te preocupes. Lo importante es que estamos bien.
  • ¿Y los otros?
  • Están en la cabaña, podemos encontrarlos allí.
  • Ya tenemos los que buscamos – Dijo Pablo mientras le mostraba la esmeralda.
  • Qué bien, vamos con los demás. ¿Y tú amiga?
  • … Ya le he dicho adiós.
  • Me alegra. Aunque me queda la duda de quién envió estos hombres…

En la cabaña, todos se reunieron de nuevo. Pablo y Felipe mostraron a los demás que la gema ya era suya. Diana la revisó y efectivamente era una de las piezas que necesitaban.

  • ¿Y ahora qué? – preguntó Sebastián.
  • Es hora de ir a buscar el nido – Dice Diana.
  • Si claro, el nido… Momento, ¿qué? – Dice Sebastián

Sin decir una palabra más, Diana toma sus cosas y sale de la cabaña. La decisión ya estaba tomada.

  • Me encanta su estilo tan conversador – Dice Ana
  • Creo que ahora no tenemos muchas opciones, debemos seguirla. – Dice Pablo.
  • Solo espero que el nido sea una especie de bar o algo por el estilo… - Dice Sebastián.
  • En serio Pablo, ¿cómo podías vivir aquí? – Dice Felipe

(No muy lejos de allí)

  • Qué demonios estabas pensando Nicolás, ¿porque enviaste a esos hombres?
  • Quería un poco de diversión Diego. Además, la orden fue no matarlos, no que no podíamos jugar con ellos…
  • Déjate de estupideces, se acerca la hora…