Podía sentir como avanzaba a una velocidad que nunca había soñado obtener. Mis pasos rompían las hojas y el viento sonaba tras de mí.

  • Ya he perdido mucho tiempo… - Se decía Adam mientras corría a toda velocidad por el bosque.

Sin saberlo, Adam se adentraba en el bosque de Pablo, y empezó a encontrar algunas cosas que le parecieron familiares.

  • Ellos estuvieron aquí

Adam se detuvo, para observar cómo había huellas en el suelo. Comenzó a recorrer el lugar, con un trote muy suave, para tratar de entender que había ocurrido.

Lentamente, fue observando como algunas ramas de los árboles se encontraban rotas como si una fiera lucha hubiera ocurrido con anterioridad. Sin embargo, el ambiente estaba silencioso, demasiado silencioso…

  • Tengo un mal presentimiento – Pensaba mientras acelera el paso de nuevo…

Pablo y los demás, se encontraban de nuevo cerca de la montaña de Mithril. Anteriormente habían sido detenidos en este punto, pero nada garantiza que fuera a ser distinto esta vez.

  • Diana, ¿no crees que es un poco absurdo tomar el camino directo hacia la montaña nuevamente? ¿No sospecharan los tipos que nos han estado siguiendo y atacando por varias ocasiones? - Preguntaba Felipe con voz temerosa.
  • Nadie dijo que íbamos a tomar el mismo camino – Contesta Diana con su mirada fija en un monte rocoso cerca de su verdadero destino.

Sin quitar su mirada, se detiene frente a una roca, que supera en tamaño a cualquiera de nuestros viajeros. Cerró sus ojos y comenzó a pronunciar unas palabras en voz baja:

  • Ostende te ostium

En ese instante, como niebla se disipó el interior de la roca, revelándose a través de él un túnel, tan profundo que no se lograba ver luz.

  • Candentis pila – Pronunció Ana, revelando una bola de luz en su mano izquierda.
  • Vamos, con esto podemos proceder –dijo Ana caminando detrás de la elfa Diana, la cual dirigía la expedición sin luz alguna.

Se adentraron en el túnel, y caminaron por varias horas. Encontraron un lago, donde recuperaron fuerzas por algunos minutos y luego continuaron. Algunos senderos eran bastante angostos y peligrosos, con agujeros sin fondo aparente y encontraron también algunos esqueletos que los recibieron con los brazos abiertos, pero de estar colgados en la pared y haber muerto por la desesperación de no encontrar una salida.

  • ¿Sabes a dónde vamos? – Pregunta Pablo con voz calmada pero fuerte.

Diana continuó en silencio. Pablo, algo molesto, se interpuso en su camino y le preguntó de nuevo. Diana, lo miró y simplemente dijo:

  • Confía en mí, es necesario que lo hagas si quieres sobrevivir.

Pablo quedó bastante confundido e insatisfecho con la respuesta, pero no tuvo más remedio que asentir y continuar tras la elfa. Ella había sido la más distante del grupo todo este tiempo, pero no podían negar que había traído el mayor número de pistas en la expedición.

Al final, otra roca grande, pero esta vez con grabados en forma de puerta, interrumpió su camino. Diana de nuevo, pronunció unas palabras diferentes:

  • Aperta sesamae

La puerta se abrió lentamente, dejando entrar la luz y devolviendo la esperanza al grupo. El monte de Mithril ahora estaba sobre ellos y se lograba divisar una entrada, cerrada, con un extraño grabado a su lado.

El grupo se acercó para observar el grabado y encontró que tenía una forma de hexágono, donde en cada punta había una ranura en forma de roca.

Diana, se adelantó al grupo y depositó una piedra negra sobre el grabado en una de las puntas. Todos la miraron sorprendidos. Sin embargo, entendieron que era necesario depositar las piedras para continuar con esa entrada a lo que Diana había llamado ‘el nido’.

  • ¿Qué es este lugar? – Preguntó Pablo.
  • Es donde se encuentra la razón de nuestra reunión. – Contestó Diana. – Necesito que me ayuden con sus piedras, es importante, necesitamos usarlas para continuar.

Pablo, sacó la esmeralda que había conseguido en su bosque y la depositó en otra de las ranuras.

  • Creo que nos quedamos cortos en las llaves, ¿no creen? – Dice Felipe algo decepcionado.
  • No, no es del todo cierto, los que nos han estado cazando, ellos tienen la que Nicolás me arrebató. – Dice Ana
  • Eso haría que nos falten tres piedras. ¿Una la poseía Adam no? – Dice Felipe – Si él la tenía cuando ellos nos atacaron la primera vez, entonces deben tenerla también.
  • Eso nos deja con dos piedras pendientes. – Dice Pablo.
  • Cierto, pero ellas ahora vienen hacia nosotros. – Dice Diana observando la cueva de donde habían llegado.

  • ¡Amigos! ¡Qué bueno encontrarlos! Ya nos estábamos cansando de esperar. Ahora que nos ha revelado el misterio de la puerta, necesitamos entrar. Y esto, termina ahora. – Dice Diego mientras se acercaba lentamente al grupo, con Nicolás detrás de él.

Adam había pasado la piedra por donde los demás se habían ido, después de todo, él no contaba con alguien mágico en el grupo, y no pudo ver el atajo que lo llevaría de nuevo al monte de Mithril sin tomar el mismo camino.

En una decisión simple, Adam sospechaba que sus amigos se dirigían al mismo lugar donde se separaron. Después de todo, por alguna razón, sentía que allá los volvería a ver, además, su destino estaba escrito en ese lugar. Y esa fuerza que le había permitido volver, era la misma fuerza que lo impulsaba a ese lugar. Se había formado un lazo muy fuerte con ellos y su intuición lo invitaba a volver, ya que allí yacían las respuestas a muchas de sus preguntas.

Pero nuestro joven ninja no contaba con algo, que las respuestas llegaron a él, antes de alcanzar su destino.

Adam disminuyó el paso, al ver una sombra familiar en el camino… Era un hombre corpulento, de gabán largo y negro, pero algo era muy familiar en él.

  • ¿Me recuerdas? Yo sabía que había algo que no estaba bien. Así que decidí venir a recibirte, no sería la primera vez que te quitará algo. Y si quieres algo bien hecho tienes que hacerlo tú mismo, o no, joven ninja?

Adam se tomó unos momentos para digerirlo. En su último encuentro con Diego, se había enterado que él había sido quien había matado a su amiga de la infancia, pero Diego estaba siendo controlado, así que la culpa realmente no era de él.

La ira inundó mi corazón. Era él… El hombre que había acabado con mi mejor amiga en mi niñez, el caballero que destruyo mi aldea… Era hoy, el día de mi venganza… Y solo uno, vivirá para contarlo.