Era una mañana bastante bella en los caminos verdes del oriente… Sebastián se dirigía hacia el Pueblo Central para poder tomar camino hacia el norte y encontrar a su mentor y así poder ser el Paladín que quería…

Pero, no contó con un fuerte enemigo, que trepó a su cuello y comenzó a “atacar”.

Él con todas sus habilidades intentó acabar con el enemigo, logró tumbarlo de encima de su cuerpo, y cuando lo tenía a su merced, el dragón escapó…

La pequeña lagartija dio mucha lucha, pero a pesar de su habilidad, al joven Sebastián le fue imposible acabar con ella, después de todo era solo un aprendiz…

En su camino encontró a un hombre con una túnica negra… no podía distinguir su rostro pero tenía una forma imponente y estatura media. Cuando pasó a su lado, escuchó que lo llamaba:

  • Muchacho, ¿eres un Paladín cierto?
  • Sí señor, el mejor de todos.
  • Bueno, tengo un trabajo para ti.
  • ¿Qué sucede?
  • Un asesino, un ninja, anda por este camino, cruzando por Ciudad Central. ¿Podrías encargarte de él para prevenir que el pueblo sea dañado?

Sebastián llevaba ya varios días de viaje, así que a pesar de su orgullo de Paladín decidió solicitar una paga para este trabajo tan peligroso, después de todo, tenía que librarse de un asesino que podría matarlo. Algo tenía que valer su vida:

  • Claro, pero ando algo escaso de recursos, ¿Podría pagarme con algo?
  • Recibirás dinero si te encargas de él, y algunos bienes en el pueblo.
  • Está bien, iré en su búsqueda. (¡Mi primer trabajo! Ya soy famoso, quién lo diría. ¡Y no he hecho nada aún!) – Pensó Sebastián.
  • ¿Necesitas un arma muchacho?
  • ¡Claro que no! soy un Paladín. Puedo encargarme de un simple asesino… – Dijo Sebastián con la voz un poco entrecortada al finalizar la frase.

Sebastián se marcha, al fin, en búsqueda de su primer trabajo con mucha alegría…

El camino era recto, el día era perfecto, pero con los múltiples fantasmas de su pasado rondando en su cabeza, era imposible concentrarse y andaba más bien de malas pulgas ese día… Sin querer hablar con nadie… Pero con la sed de venganza que lo impulsaba a continuar y la alegría de su primer trabajo de verdad de Paladín…

En los alrededores del portón de Ciudad Central, se encontraba Adam, el cual logró ver a un hombre de túnica negra y altura media que se acercó a él. Intento seguir su camino, pero el hombre se le atravesó en el camino evitando su paso, así no tuvo más opción que escucharle:

  • Buenas Tardes señor – Se dirige el hombre hacia él.
  • Buenas tardes. ¿Necesita algo? Tengo prisa… – Contesta Adam
  • Escuché que eres un ninja. Bueno, tengo un trabajo para ti, ¿te interesa?
  • Habla. - Responde Adam con tono cortante.
  • Un demonio pasea por los caminos adyacentes a Ciudad Central, se hace pasar por un Paladín… Podría engañarte con su aspecto pero es muy poderoso… ¿Podrías acabar con él? Te pagaré por el trabajo.

La política de no establecer un lazo afectivo con nadie estaba afectando su vida desde que comenzó el viaje, ya que al no ser alguien muy reconocido por sus cualidades y sus trabajos mediocres, se estaba quedando sin los ahorros que traía consigo para el viaje. No tuvo más remedio que acceder…

  • Lo haré. Una vez terminado el trabajo, ¿dónde lo encuentro?
  • No te preocupes, en la ciudad yo te encontraré a ti.

Sin escuchar ni decir nada más, Adam se marcha; después de todo, su camino era largo y podría necesitar algo de dinero para el viaje, y un demonio, era como enfrentar al mismo que mató a la persona que él protegía.

Sebastián había pasado ya Ciudad Central. Se dirige ahora al camino de la otra punta, después de todo, por ahí se encontraba el asesino según el hombre de la túnica negra.

Era ya algo tarde, pero el sol brillaba con toda su fuerza causando un calor insoportable, que para un Paladín no era nada… Al menos eso decía él.

En un momento del camino, observo en la distancia un hombre de gabán y ropa ligera. No tenía exactamente la cara de un asesino, pero su semblante cuadraba con la descripción que había tenido anteriormente por el hombre de la túnica negra. Así que confiado en sí mismo, Sebastián para y espera a su enemigo.

Cuando está lo suficientemente cerca le dice:

  • Aja, se supone que eres poderoso, pero tu apariencia no es nada imponente, podría acabar contigo en segundos, pero haré que esto perdure, ¡prepárate!

Adam escuchó lo que el joven de ropas blancas, estatura media y contextura delgada le dijo. Daba más bien lástima que miedo, pero según lo que le habían dicho, era un demonio camuflado, así que no podía confiarse… Era como “él”. No teniendo otra opción, sin decir una palabra desenfundó su espada y se preparó para atacar.

Sebastián nota que su adversario estaba decidido, portaba una espada, algo que le podría dar la ventaja pero era demasiado orgulloso para dejarse intimidar, así que preparando sus puños, dirigió la mirada hacia el ninja asesino y se lanzó al ataque.

(Mientras tanto, en las afueras de Ciudad Central)

El hombre de la túnica:

  • ¡Funcionó! Son demasiado tontos, uno aún está cegado por la ira; el otro solo quiere poder vencer a alguien malo y proteger, pero no sabe aún distinguir entre el bien y el mal. Pobre iluso… Si todo sale bien se destruirán mutuamente y serán dos menos. Espero que los demás se encarguen de los otros…