Adam, al ver como se abalanzó el joven de túnica blanca sobre él, hace un movimiento ligero esquivando el ataque y empieza a agitar su espada en contra del supuesto demonio. El Paladín es bueno para esquivar, y logra acertar un golpe en el estómago del ninja… Después de eso, se dirige hacia él, pero este salta contra un árbol cercano y cae tras de Sebastián… Este último rápidamente manda una patada a la cara del ninja y lo derriba de golpe…

  • ¿Lo ves? ¡Soy invencible! ¡Ahora, muere asesino!

Adam pudo haber resistido todo, pero una blasfemia era imperdonable… Rápidamente rosa su pie con la tierra y manda una barredora derribando al paladín, se incorpora, y toma su espada apuntando al cuello de este y……

La mirada de Sebastián era fija… no le temía a la muerte, estaba bastante orgulloso, pero no era un demonio… Después de todo… parecía una buena persona… Adam manda su espada y….. Da contra el piso….. Luego la saca y la enfunda, da la espalda e intenta marcharse…..

  • ¿Por qué? - Pregunta Sebastián… El cual sabía que sé tenía que salvar, era el gran paladín, pero no de esta manera… Era humillante…

  • No eres quien creí que eras… – Contesta Adam dándole la espalda.
  • Ahhh, ahora supongo que no eres un asesino. – Pregunta Sebastián con un tono algo sarcástico
  • Supones bien.
  • Y entonces, ¿tu espada qué?
  • No te metas con ella, y ella no se mete contigo
  • Entonces, Don Ninja, ¿a dónde te diriges?
  • Soy Adam y no te incumbe
  • Ah bueno, soy Sebastián… Entonces espero no verte de nuevo sino tendría que matarte
  • Claro Muchacho, ahora apártate…

Sebastián tenía su orgullo herido, había sido vencido por un sucio ninja, pero ahora lo que menos necesitaba era otro enemigo. Para Sebastián, todos los que sabían de su “fama” querían su cabeza, así que para este “Adam” será un honor acompañar a tan sublime Paladín:

  • ¿Vas a la ciudad? – Pregunta Sebastián.
  • No me digas que tu… – Contesta Adam algo sorprendido.
  • Así es… Entonces tendré que ir contigo, tengo que vigilarte a ver si no eres un asesino.
  • Ah, como quieras… – Contesta Adam

Así, Sebastián y Adam se dirigen juntos a Pueblo Central, pero…

  • ¡Te dije que acabarás con él! – Diciendo esto, el hombre de la túnica negra se atraviesa en el camino de Adam, aún sin poder verse su rostro…
  • No es quien me dijiste que era… Seguro me equivoque de persona. Lo buscaré, quiero más tiempo… – Contestó Adam con voz recia al hombre misterioso.
  • Es él, ¡mátalo!
  • Momento… ¿Y tú por qué tienes contratos con él? - Interrumpe Sebastián.
  • ¿No es este un asesino? – Pregunta Sebastián, un poco confundido al hombre de la túnica.
  • Tú eres débil, así que calla – Contestó el hombre de la túnica lanzando un empujón contra Sebastián que lo derribó.
  • Y tu ninja de tercera, mátalo, ¡o tendré que matarlo yo mismo! – Continuó diciendo el hombre mientras señalaba a Adam.
  • Momento… Él no te ha hecho nada. ¡Tú problema es conmigo! Así que… - Dice Adam mientras desenfunda su espada – ¡Atrévete a intentar matarme!
  • ¡Así será! ¡Te arrepentirás de tus palabras! – Contesta el hombre misterioso mientras saca una leve sonrisa en su rostro.

Con un movimiento rápido, la túnica vuela por lo alto y Adam solo siente un increíble dolor en su pecho cuando cae y su espada cae con él…

  • ¿Ahora si dices lo mismo? – El hombre, con una cicatriz en su rostro que bajaba casi cubriendo su ojo y recorriendo todo su cachete derecho, comienza a pisar el rostro del ninja. – “¿No eras tan fuerte? Eres solo un bravucón…”

La espada de Adam atraviesa el pecho del hombre con la cicatriz… Era Sebastián, que había tomado la espada y la había usado para ayudar, atravesando a aquel hombre mientras este le daba la espalda. El hombre se voltea y mientras saca una daga dice:

  • “¡Chiquillo insolente!”

El hombre en medio de un ataque de cólera y aún desorientado por la herida, agita su daga tratando de atinar al cuello de Sebastián, pero él logra esquivar el ataque. Sin embargo recibe un rasguño en su brazo, ya que tratando de cubrirse del ataque lo usó al esquivar la daga. Sebastián suelta la espada y cae arrodillado.

El hombre de la cicatriz voltea… Pero el cuerpo del ninja ya no está. De pronto, siente algo en su hombro y al mirar recibe un fuerte golpe en el estómago. Era Adam que en medio de la confusión se había puesto de pie. Sacando la espada de la espalda del rival le dice:

  • “¿Así que soy un bravucón, no?” – Adam toma su espada con fuerza y logra perforar el cuello de su enemigo. Tras unos segundos el cuerpo del enemigo pone sus ojos rojos, su piel se torna negra y cae al suelo petrificado… La espada sale y el cuerpo se destroza como arena.

Adam mira su herida, siente un poco de dolor pero se encuentra bien; logra ver a Sebastián concentrado en algo y ve cómo su dolor desaparece mientras una tenue luz irradia el lugar donde se encontraba su herida…

  • Gracias… - Dice Adam
  • Te debía una… ya no te debo nada… – contesta Sebastián con una voz cortante mientras mira al horizonte.
  • Bueno… Ibas al pueblo. ¿Vienes? – dice Adam
  • Está bien, puedes necesitarme. – Contesta Sebastián aún dando la espalda.

De nuevo con su orgullo en alto, en medio de la noche, deciden ir al pueblo. El cuerpo de aquel hombre se había tornado en arena. Sebastián recupera la daga del monte de arena y continúa su camino, ahora con un arma. Cuando se disponían a partir, aparece un dragón… un verdadero dragón… Más de 5 metros de alto, unos 15 de ancho, piel oscura, con un brillante en sus escamas como la plata, ojos escarlata con pupila rasgada, una dentadura con filosos dientes en una quijada amenazante como la de un cocodrilo hambriento, humo saliendo de los orificios de su nariz, cuatro patas con garras encorvadas y filosas, alas dominantes cada una con más de 7 metros de largo y unas escamas con forma de triángulo recorrían desde la cabeza hasta la cola del majestuoso animal.

  • Aléjate que esta es mi especialidad - Dice Sebastián
  • Pero no estás en condición… - Responde Adam algo preocupado.

Antes de que Adam terminara de hablar, Sebastián se abalanza sobre el dragón, el cual, mirándolo como una insignificancia, lo derriba con una garra y lo tira al piso…

  • Bueno… de pronto si tenemos un poquito de problemas… – Dice Sebastián con un tono de voz algo sarcástico.
  • Yo no diría que un poco… - Termina Adam…